#32

el puente de la consumación ahora eternamente labrado en mi memoria; musgo cetrino, vidrio fluido que rompe, fluye y vuelve a romper, suaves manos detrás de espaldas de las que emerge una igual de suave, pero más danzante, neblina y los cinco o seis de nosotros siendo nadie en específico. nadie más que la personificación de todo lo idealizado que, como la neblina, danza por mi mente. los míos y los suyos, nuestros pies que visten de negro y de blanco exponiendo sus ritmos peculiares debidos al control de un distinto hado, al menos eso dicen las hojas de té. nunca podría autodenominarme excéntrica, carezco lo cautivador de alguien de la índole, entonces quizá es el ser quebradiza tiza lo que causa todo que lo que causo o intento o quiero causar, me desmorono ante mis trillados caprichos. la verdadera incógnita aquí es lo que lleva a los demás a cumplirlos. bellos, fueron bellos como las margaritas que corté.

desconozco si el verlos o el no verlos de desmorona más. desconozco si el ser deseada o repudiada me desmorona más. desconozco si me halaga o desespera el planeado roce de la yema de tus dedos sobre mi clavícula. desconozco si el desconocer me hace miserable o feliz. lo desconozco todo y lo desconoceré hasta mi muerte.

no tengo derecho a la miseria, todos bien lo saben. no merezco sentimientos tan puros, tan delirantes, tan seráficos. no tengo derecho a un nombre, a una voz, a un cuerpo y todo lo que conlleva, al pensamiento, a dormir y al inevitable despierte, al dolor, a la laxación y purgación, ni al amargo sabor que me llena. todo es demasiado para mí, todo es mucho cuando no eres nada. no tengo derecho a nada y el no tenerlo debería serme suficiente para partir.

cada lágrima que expulso sale con pequeños rastros de lo que fui, cuando no haya más de mí es cuando deberé morir.